El día que Peñarol transformó a River Plate en la gallina de América
El 20 de mayo de 1966 los Carboneros vencieron hazañosamente a los Millonarios por 4 a 2 tras ir perdiendo 2 a 0 y alzaron por tercera vez la Copa Libertadores.
La historia de Peñarol desde su origen y hasta nuestros días está cargada de proezas que parecen haber salido de un libro de fantasía.
Algunas de ellas, incluso, trascendieron nuestra frontera y transformaron al Decano en un símbolo de coraje y rebeldía, a la vez que afectaron a un tercero que pagó las consecuencias de ser el malo de la película.
En 1966, luego de varios años de conquistas consecutivas en el plano local y también del despegar a nivel internacional, el Carbonero coronó su época más dorada ganando su tercera Copa Libertadores y luego siendo campeón del mundo nada menos que ante el Real Madrid de las estrellas.
Sin restarle mérito a la Copa Intercontinental conseguida en Madrid, en lo que probablemente sea la máxima gesta de cualquier club del mundo en el exterior, el triunfo en la Libertadores también estableció un hito sin precedentes y marcó a fuego definitivamente la especialidad de la casa; ganar a lo Peñarol.
Luego de transitar un camino creciente en el máximo torneo continental que tuvo en el medio tres grandes y contundentes triunfos ante Nacional, el Mirasol debía medirse en la final ante el poderoso River Plate argentino, equipo plagado de estrellas que también había transitado un recorrido estupendo que tuvo como broche de oro la eliminación del rival de todas las horas, Boca Juniors, así como también la del vigente campeón, Independiente.
El duelo en Montevideo fue reñido pero el Aurinegro pudo salir bien parado consiguiendo un justo 2 a 0 que se cerró sobre el último tramo del partido.
En la revancha jugada en Buenos Aires, el ánimo desesperado de algunos dirigentes Millonarios hizo que se dieran algunos hechos que empañaron la histórica amistad entre ambas instituciones.
Con tal de ganar el título como sea para así cortar la sequía que se daba desde 1957 y que finalmente duró hasta 1975 (18 años sin ser campeón de nada), el club de Núñez no proporcionó el transporte que llevaría a Peñarol del hotel al estadio.
Sin embargo, eso no fue todo ya que cuando los jugadores del Manya arribaron al mismo en taxis y haciendo a pie las últimas cuadras debido a la zona de exclusión, debieron salir a jugar sin calentar y tras haber esquivado la agresividad del público en las calles, algo que también sufrieron los cerca de 10 mil uruguayos que se encontraban en las tribunas.
En la cancha, el clima no fe diferente y en un hecho sin precedentes una tribuna ubicada en la pista de atletismo del estadio acaparó 5 mil hinchas y policías locales que le hicieron la vida imposible al equipo visitante.
Pese a todo, Peñarol estuvo dos veces en ventaja y terminó cayendo en forma apretada por 3 a 2, por lo que habría que desempatar en un tercer encuentro en Santiago de Chile.
Lo increíble del asunto es que las hostilidades no terminaron y los jugadores del equipo uruguayo debieron pelear con la barra brava de River que los esperaba en el hotel al regreso del partido.
Según contaba Ladislao Mazurkiewicz, eran 30 contra 200 pero igual “los corrimos”. La guerra estaba declarada. No habría tregua.
Si bien el reglamento indicaba que la finalísima debía jugarse a las 72 horas, dirigentes del club de la banda roja pensaron que el viejo plantel Peñarol tardaría en recuperarse por lo que propusieron jugar a las 48 horas.
Pues supusieron mal. Con la sangre en el ojo los jugadores del Decano aceptaron el reto y el partido se fijó para el 20 de mayo en horas de la tarde.
La hora de la verdad llegó y en un choque que no tenía mañana ambos equipos salieron al campo de juego a dejarlo todo.
El juego vistoso y efectivo de un River Plate plagado de figuras que tenía en sus filas a los uruguayos Luis Cubilla y Roberto Matosas dio resultado y al cabo del primer tiempo el marcador indicaba que los argentinos ganaban por 2 a 0.
A cualquiera que se le ocurriese decir que Peñarol podría dar vuelta este partido se lo hubiera tratado de loco o bromista, aunque sin embargo en el vestuario del Manya todo era paz y armonía.
El técnico Roque Máspoli, confiado en la táctica de su equipo y en la jerarquía de sus jugadores, dio la charla técnica y sostuvo que si se hacía un gol, River Plate se caería.
Pero lo cierto es que el tiempo pasaba y todo parecía perdido hasta que, sobre los 60’, se dio una jugada que lo cambiaría todo. Un tiro débil y llovido de Alberto Spencer fue a dar al arquero Amadeo Carrizo quien, en un acto total de fanfarronería, la paró con el pecho en señal de agrande y luego la tomó con sus manos como sobrando.
Tan insignificante hecho fue la chispa que prendió la pólvora en los Carboneros que apenas siete minutos después habían logrado el tan anhelado gol del descuento cuando en una jugada preparada Néstor Gonçalves se la dejó servida a Spencer que la mandó a guardar con una volea perfecta.
El presagio de Máspoli se cumplía y cinco minutos después Julio César Abbadie empataba el partido, por lo que todo hacía pensar que la máquina Carbonera seguiría de largo.
No obstante esto no fue así y hubo que esperar al alargue para consumar la hazaña. En el tiempo extra primero llegó el segundo de Spencer con un notable cabezazo y a cuatro minutos del final Pedro Rocha cerraba la goleada ante un rival que terminó con sus jugadores llorando durante los últimos 15’ de juego.
Peñarol firmaba así en su libro de gloria el primero de los tres milagros en Santiago de Chile, una tierra que con el tiempo se transformaría casi como en una segunda casa.
El relator Carlos Solé inmortalizó el magnífico triunfo con la calidad que lo caracterizaba: “vayan preparándose los Peñarolenses y los aficionados uruguayos en Montevideo. Está este campeonato ganado y ganado, si ustedes me permiten la expresión, que no es académica, pero para serles más gráfico, ganado a lo macho”.
Cuenta la leyenda que al llegar al hotel donde se alojaban ambas delegaciones un jugador de Peñarol vaticinó por un micrófono una marca que quedaría en la historia del club argentino para siempre: “Con ustedes el campeón de América, y cenando, la gallina River Plate”.
Ficha del partido
Peñarol 4 – River Plate (Arg) 2
Fecha: Viernes 20 de mayo de 1966
Torneo: Copa Libertadores de América
Etapa: Final (Partido desempate)
Estadio: Nacional (Santiago de Chile)
Público: 39 mil espectadores
Peñarol: Ladislao Mazurkiewicz; Pablo Forlán, Juan Lezcano, Nelson Díaz (44’ Tabaré González), Omar Caetano; Néstor Gonçalves, Julio César Abbadie; Julio César Cortés, Alberto Spencer, Pedro Rocha y Juan Joya.
Director técnico: Roque Máspoli.
River Plate: Amadeo Carrizo; Alberto Sainz (44´ Juan Carlos Lallana), Eduardo Grispo, Roberto Matosas, Abel Vieytez; Juan Carlos Sarnari, Jorge Solari, Ermindo Onega; Luis Cubilla, Daniel Onega y Oscar Más.
Director técnico: Renato Cesarini.
Goles: 28’ Daniel Onega (RP), 42’ Jorge Solari (RP), 67' Alberto Spencer (P), 72' Julio César Abbadie (P), 103'Alberto Spencer (P) y 109'Pedro Rocha (P).
Foto: Prensa Peñarol
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